Tras haber contado cuánto cuesta hacer una vuelta al mundo, parece lógico que el próximo post sea lo que aporta una vuelta al mundo con tu familia.
Es obviamente a veces duro estar 24 horas al día con tus hijos, 24 horas al día con tu mujer, regularmente cambiando de lugar, de gente, de tipo de comida, de tiempo y teniendo que planificar (o no) todo esto. Tu relación con tus hijos cambia porque tú cambias, porque ellos cambian. Tu relación con tu pareja sufre a veces porque no hay lugar donde refugiarse, no es posible postergar las discusiones ni disimular los problemas. Sufre, pero también se hace más fuerte. Nos volvemos más transparentes el uno al otro.
Estar lejos de tu familia, de tus amigos, es duro, tanto para tus hijos como para ti.
Así que llevarte a tus hijos a dar una vuelta al mundo cuesta dinero y cambia tus relaciones familiares más cercanas.
La pregunta clave es, ¿ha valido la pena?
Estos son nuestros nueve beneficios de nuestra vuelta al mundo.
1. Tener experiencias extraordinarias en lugares de ensueño.
Es lo más evidente. Hacer un trek de 150 kilómetros con los niños y terminar en el Macchu Picchu, estar solos en la gran muralla de China, recorrer toda Oceanía en camping car, el azul del mar de Polinesia, cumplir un sueño y ver los Moais de la isla de Pascua, la ruta 40 de Argentina….
Recuerdos en un año que durarán toda la vida.
Lo mejor, los recuerdos que tienen los niños y que íbamos comentando durante el viaje, o los que contaban a sus amigos en sus llamadas por Skype o WhatsApp. Lo recuerdan todo, lo aprovechan todo. Tal vez de manera diferente, más orientado a lo insólito. Pero en una vuelta al mundo, lo insólito se convierte en cotidiano, así que aprovéchalo, que ellos lo aprovecharan.
2. Aprovechar para formarse
Una de los puntos clave es cómo hicimos para la educación de los niños. Nuestros hijos siguen la educación francesa, ya que somos franceses, y en Francia la educación es obligatoria, la escolarización no. Se puede hacer homeschooling sin problema solo hace falta seguir el programa y enviar los deberes cada dos semanas a un profesor. Los niños tendrán notas como todos los niños y al final del año pasaran o no de curso.
En España creo que el sistema es más o menos el mismo.
Los niños empezaron las «clases» en agosto, mientras aun estábamos en España, para saber cómo funcionaba. No llevamos ningún libro en papel, solo un par de tablets y hojas para que los niños escribieran en papel los deberes.
Empezamos muy mal, con muy muy malas notas en el primer examen. Creo que eso les ayudó a concentrarse y saber que no les iban a regalar el año escolar. Al final, tuvieron muy buenas notas el resto del año.
Más o menos fueron de agosto a octubre el primer trimestre y terminaron el segundo trimestre el 15 noviembre. Se tomaron 2 meses enteros de vacaciones y volvieron a estudiar el 23 de enero hasta el 25 de marzo, donde terminaron el año escolar. Estudiaban unos cinco días a la semana, donde fuera (bus, avión, tren o coche), un máximo de dos horas al día.
Les pregunte si querían hacer un segundo año escolar, pero me miraron con cara de “de que vas????»
La realidad es que no fue fácil, los estudios podían transformarse en peleas y no es divertido ni para padres ni para niños y a veces todos hubiéramos preferido estar en otro lugar.
No solo hicieron las clases, también hicieron clases de programación vía scratch o code.org. Pero es complejo porque se necesita conexión internet.
Janna se apuntó a un master de entrenador personal para poder ejercer a la vuelta.
Por otra parte, también nos sacamos el PADI open water, para poder hacer buceo sin monitor por todo el mundo!
3. Conocer y admirar a tus hijos (y a tu pareja)
Mi realidad es que en mi trabajo me voy temprano y vuelvo tarde y cansado. Siempre creí que «conocía» a mis hijos y a mi pareja, pero entendí durante el viaje muchas cosas sobre cómo son mis niños realmente.
Liam me mostró su faceta más creativa, buscando soluciones a sus problemas. Es un chico con mucha resiliencia y cuando quiere algo, encuentra la manera de hacerlo y me gusta que lo intente hasta que lo consigue.
Mael es un niño muy sensible pero al mismo tiempo el más generoso y altruista de todos nosotros. Un chico con mucho instinto, curioso y con ganas de aprender.
Mi mujer me sorprendió buscando mil maneras para siempre mantenernos en un lugar lo más parecido posible a un hogar, cosa cuya importancia me costó reconocer. Tuvo la paciencia para ser no solo la madre de sus hijos, sino también la fuerza de ser su maestra.
4. Aprender idiomas
Tenemos la suerte que Janna es profesora de inglés y también de haber estado cinco meses en países de lengua inglesa (o donde no hay otro idioma para comunicarse con la gente que el ingles).
Al finalizar el año escolar, a final de marzo, Janna les dio clases cada día a los niños de inglés.
También empezamos a ver series o películas en inglés, al principio porque no había otra opción y después ya como método educativo.
El resultado es que los niños pueden mantener una buena conversación en inglés. No es perfecto, pero lo será.
Cuando los veo hablar, jugar o reírse con otra gente o niños de habla inglesa, sé que vamos por buen camino y que ha valido la pena.
5. Desarrollar la confianza en uno mismo
Mis hijos nunca fueron tímidos. Pero a Liam le costaba soltarse con extraños y Mael quería impresionar a los demás así que no paraba de hablar 😉
En este viaje noté un cambio.
Tenían tantas ganas de conocer a otros niños que se acercaban a todos a hablar, fuese cual fuese el idioma.
Al final, hablaban con todos, adultos y niños.
Recuerdo que en el trek de la garganta del salto del tigre, en China, conocimos a gente de Inglaterra, Nueva Zelanda, África del Sur… hablaron con todos, hicieron el trek delante de todos y fundamentalmente, no era una «carga» ir con niños sino un placer.
La confianza en si también se ve en como querían mostrar que son cada vez más mayores. De querer hacer las compras y ayudar, a buscar lugares donde ir, a ir solos en los treks…
Ahora en la vuelta quieren ir en bus solos al cole, lo que muestra la confianza que tienen en ellos mismos (o las pocas ganas de estar con nosotros 😉
6. Transmitir quien eres a tus hijos.
A veces no sé si es un beneficio 😉
La verdad es que durante un año y 24 horas al día juntos, no puedes mentir ni fingir quien eres. Transmites tus valores a tus hijos porque hablas de todo y todo el día. Y el día es largo, las 24 horas.
A veces se te hará largo 😉
Entonces los niños se quedan con todo, con lo bueno y con lo malo de quien eres. Hay cosas de mí y de mi mujer de las cuales no estamos particularmente orgullosos y que hubiésemos preferido que se queden en nuestra generación. Pero es difícil ir contra natura en muchas cosas y algunas se les van pegando.
Las cosas buenas que les hemos transmitido:
La importancia de hacer deporte y de cuidar tu físico. Cada día o casi hicieron deporte o una actividad física fuerte.
La importancia del respeto al otro y a aceptar las diferencias
La resiliencia. Si quieres algo, tienes que pelear por ello y si te esfuerzas, lo consigues. Por ejemplo Liam quiso aprender a hacer pinos en febrero y a principios de marzo, aprendió a aguantar más de 30 segundos en pino. Eso sí, se dio muchos golpes para conseguirlo.
La importancia de formarse para su futuro.
Que la relación entre hermanos es lo más preciado de la vida.
Que siempre hay una manera de conseguir las cosas y tu trabajo es buscarlo.
A no hacer a los demás lo que no quieres que se te haga a ti.
Las cosas malas me las guardo para mí, pero en norma general son un espejo de mis defectos…
7. Que la gente es mucho mejor de lo que piensas
En una época fui fan de Paulo Coelho. En el Alquimista, Paulo decía que cuando realmente quieres algo, el universo aspira a que realices tu deseo.
Pues en esta vuelta al mundo, la gente aspiró a que nuestro viaje fuera hermoso. Desde mi hermana que aprendió a conducir para quedarse en mi casa y cuidar de mi perra, mi madre que me envió todos los libros posibles y mi padre y mis amigos que nos vinieron a ver a otro continente.
Pero lo más fueron los amigos que nos hicimos en la vuelta.
Gente que no conocíamos y que nos abrió su casa y que fue de lo más bonito del viaje. En todos los continentes. Markus en Peru, Felipe en Argentina, Kerry en Nueva Zelanda, Nicolas en Sydney, Kristien en Shangai y Xia de Pekin…y muchas más que hicieron que cada día aprendamos una cosa más que el día anterior.
8. Tiempo para leer
Nos llevamos dos kindles y no fueron suficientes 😉
Al principio los chicos no estaban mucho por la labor, así que hubo que empezar por obligar a leer…
Hasta que encontramos lo que funcionaba. A los dos les gustaron la fantasía y la ciencia ficción. Se leyeron unos treinta libros cada uno.
La verdad que era un placer cuando en los transportes los niños leían los kindle…era sentarse en el bus o el metro y sacar los kindles.
El resultado es que nosotros tuvimos que encontrar momentos para leer también.
9. Perder la vagancia
Te debe haber pasado. Tras trabajar toda la semana, podrías ir el fin de semana a la playa o la montaña…pero está a dos horas de coche…y la verdad, da mucha pereza.
Pues lo bueno de tener un año es que pierdes esa pereza. ¿Dos horas de conducir para ver un museo? No hay problema.
Es más, seguramente el hecho de no trabajar es que tienes pilas duracell de las que no acaban nunca.
Yo personalmente lo note a la vuelta, cuando por el día trabajaba y por la noche hacia arreglos en casa u otras cosas. Mi hermana no me podía seguir el ritmo.
Es un año de recargar pilas, pero haciendo miles de cosas, no quedándose en casa.
Espero, querido lector, que tu tambien puedas vivir esa experiencia.